Hacia una hermenéutica de la tauromaquia


Fernanda Haro Cabrero


I) Introducción

 

La tauromaquia posee un lenguaje propio que impacta en nuestro lenguaje cotidiano y es fuente inagotable para la creación artística: podemos encontrar referencia a ella en la pintura, la danza, la escultura, la literatura, la música, la arquitectura. Se trata pues de una práctica cultural en toda forma, conformada de diversos actos comunicativos que poseen un sentido de modo aislado y en conjunto. Estos actos conforman un hilo conductor: una serie de diálogos que se inscriben en un diálogo infinito: que estructuran una tradición que se actualiza en cada corrida de toros, en cada espectador, en cada torero y en cada toro. Diálogos entre ellos y a partir de sus acciones, en los cuales podemos participar, siguiendo ese hilo de Ariadna que nos lleva al centro del Laberinto: al sentido más profundo de la tauromaquia. Según Mauricio Ferraris, el texto puede considerarse como «el prorrumpir de un momento vital […] no sólo, pues, como documento sino como activa y actual manifestación de la vida».1

Puede plantearse la corrida de toros como un texto o un fenómeno susceptible de ser interpretado. Pero no sólo eso: mi propósito consiste en demostrar que constituye un texto muy especial: un texto poético que no existe sólo para ser comprendido sino, sobre todo, para ser descifrado y gozado estéticamente, como le sucede al lector que lee poesía, o al geómetra que descifra un problema geométrico. Así lo explica Ortega y Gasset:

 

Constituyen [toro y torero] lo que los matemáticos llaman «un grupo de transformación», y lo así llamado es tema de una de las disciplinas más abstrusas y fundamentales de la ciencia matemática. Y como es sabido que la geometría reclama en sus colaboradores una pequeñísima dote nativa para la intuición de las relaciones espaciales, ello acontece también con la geometría del toreo.2

 

Si aceptamos esta hipótesis, podemos corroborarla mediante una herramienta que nos permita señalar y decodificar los sentidos, intencionales y no intencionales, que contienen los textos –en este caso, la tauromaquia. Por ello creo pertinente recurrir a la Hermenéutica, que desde la cultura griega hasta la de nuestros días, ha desarrollado el arte y la ciencia de la interpretación textual.

Es a partir del medioevo que, la hipótesis de «la coexistencia de un sensus litteralis, histórico, con su sensus spritualis, místico, dividido a su vez, en alegórico, moral y anagógico»3 cobra fuerza y determina a partir de la Escolástica, la coexistencia de cuatro sentidos en todo texto: el literal, metafórico, anagógico y ético.

Mi tesis pretende discernir cuando menos estos cuatro sentidos en la Tauromaquia. Comprenderla en un sentido literal implica comprender tanto la práctica concreta como la tradición histórica, para ubicar cada uno de sus elementos en un contexto actual. El sentido metafórico, por su parte, interpreta el contenido simbólico y mítico de cada elemento del sentido literal. En este sentido, se debe recordar que en ciertas religiones mistéricas, la figura del toro está «vinculada al sacrificio y a la fertilidad, y se basa en la concepción arcaica del valor mágico fecundador de la sangre».4 Mediante la participación activa en este ritual, puede accederse a los sentidos anagógico y ético, que nos revelan así la visión del mundo y el modelo de vida implícito en el arte de lidiar toros.

El siguiente capítulo explora brevemente el contexto histórico de la corrida de toros, como parte del camino que se recorrerá para determinar el sentido literal de la tauromaquia. Para la nuestra cultura de nuestro país, un acercamiento a la tauromaquia nos remite a sus raíces españolas más profundas, pasando por la influencia árabe y la latina. Por lo tanto, podemos extrapolar hacia nuestra cultura la afirmación de Ortega y Gasset, cuando afirmaba que «la historia de las corridas de toros revela algunos de los secretos más recónditos de la vida nacional española durante casi tres siglos. Y no se trata de vagas apreciaciones, sino que de otro modo no se puede definir con precisión la peculiar estructura social de nuestro pueblo durante esos siglos».5

 

II) Contextos

 

Orígenes de la raza

 

El toro de lidia es el descendiente directo del uro o auroch. También conocido como Bos taurus primigenius. De él derivan todas las razas de toros existentes —y no del bisonte europeo como se llegó a creer durante mucho tiempo. Se trata de un bóvido salvaje, cuyos últimos ejemplares vivieron en 1630 y fueron ubicados en Polonia. En el uro macho, la altura en la cruz era de 1,60 a 1,80 metros, pero se tienen registros fósiles de ejemplares que alcanzan los dos metros. Las hembras no sobrepasaban los 150 centímetros. El rasgo más llamativo del uro macho eran sus prominentes cuernos doblados hacia arriba y con las puntas negras. En las hembras, la cornamenta era casi inapreciable a simple vista. Su pelaje era similar al de un toro de lidia.

La raza d’Hérens, de origen egipcio, muy similar a los toros de lidia, era criada para dedicarlos a la pelea, y sus ejemplares eran reconocidos también como toros de pelea, por su bravura, corpulencia y su potente acometida. Los árabes debieron de difundir esta raza taurina por el norte de Africa y España, de dónde pasarían hasta Suiza. A la península Ibérica llegaron por diversos conductos toros, más o menos domesticados, de ésta y otras razas. Además del egipcio, destaca el toro celta; precisamente, la palabra auroch —que significa toro salvaje— era usada por los celtas para designar a los toros no domesticados que se encontraban diseminados por Europa.

Reducido en tamaño y susceptible a la domesticación, al toro de lidia se le caracteriza como un auroch degenerado, producto de las distintas cruzas del auroch con las reses domésticas que llegaron a la península ibérica. Sólo existen toros de lidia en España, Portugal, Francia, México, Colombia, Venezuela y Ecuador. En todos estos lugares, el ganado bravo se concentra en las ganaderías; fuera de ellas prácticamente no se les encuentra; ya no existe en estado salvaje y depende del hombre para su supervivencia. El toro bravo es criado para la lidia y para nada más, porque existen otras razas más aptas para producir carne o leche.

Los toros de lidia son buscados por su bravura: tal es el insumo que mejor producen. Tener y mantener una ganadería de reses bravas es muy costoso pues depende por completo de la demanda de toros para ferias y festivales. En proporción a las cabezas de ganado con que cuenta, se vende por año no más del 15% de la población total del ganado. Pero de eso hablaremos en otro apartado.

 

Fisonomía del toro bravo

 

Se le llama trapío al conjunto de características que, a simple vista, nos permiten juzgar por su aspecto. De este trapío, o estampa general del toro pueden inferirse —hasta cierto punto— las condiciones que ofrecerá durante la lidia. José María de Cossío, en su tratado técnico e histórico sobre los toros, divide la anatomía externa del toro en tres partes: tercio anterior, medio y posterior.

El tercio anterior Incluye cabeza, cuello, hombros, pecho, rodilla, brazo y antebrazo. La parte mas elevada del toro es el moño, y se sitúa entre los cuernos. En la parte posterior del moño se encuentra la nuca y el agujero occipital. El descabello consiste en perforar este agujero occipital con una puntilla (cuchillo corto de mango fuerte) o con la punta del estoque, para producir la muerte instantánea del toro por la herida en el bulbo de la masa encefálica. A ambos lados de la nuca se encuentran las astas o cuernos. Los cuernos tienen cuatro partes, rodete, cepa, pala y pitón, de la base hasta el borde exterior. Según su forma pueden ser clasificados así:6

 

Clasificación

General

Cuernos grandes

Cornalón

Cuernos pequeños

Cornicorto

Cuernos delgados

Cornidelgado

Cuernos gruesos

Astigordo

Cuernos defectuosos

Mal armado

Cuernos proporcionados

Bien puesto

Un cuerno más alto que otro

Bizco

 

Según la

inserción

Baja

Cornigacho

Trasera

(con defectos subsiguientes)

Corniavacado

Delantera

Cornidelantero

 

Clasificación

según la pala

Caídas y unidas

Brocho

Caídas y abiertas

Capacho

Muy brocho

Cubeto

Altas y derechas

Corniveleto

 

Clasificación

según los

pitones

Unidos

Corniapretado

 

Separados

Corniaabierto

Vueltos a los lados

Cornipaso

Vueltos hacia atrás

Cornivuelto

Abiertos además

Playero

 

Despitonados

Pitón deshecho

astillado

Muy astillado

Escobillados

Mogón

Punta roma

Mogón por hormiguillo

hormigón

 

El cuello, que debe ser grueso y corto, termina con el morrillo antes de dar inicio a la espalda. El picador debe hundir su vara en el morrillo para desahogar el flujo sanguíneo sin tocar ningún músculo del toro y permitir un mejor desarrollo de la lidia. Luego vienen las extremidades anteriores, que se unen en la espalda formando la cruz. Esta juntura, donde se unen el cuello con la línea dorsal, es conocida con el nombre de agujas y marca el comienzo de la espalda. Se trata de un punto crucial, pues el matador debe estoquear precisamente ahí al toro si desea atravesarle el corazón y causarle una muerte rápida.

Desde la cruz parte la espalda; si ésta mantiene su altura constante, al nivel de la cruz, se trata de un toro veloz, muy apto para correr. Si la espalda baja de este nivel se trata de un toro lento, sin aptitudes para correr, pero con un cuello muy poderoso —por el soporte que esta inclinación le proporciona a la espalda. El pecho del toro se ubica también en el tercio delantero y comprende desde el borde inferior del cuello hasta el borde superior del tronco o tórax. La potencia y la energía del animal, dependen directamente de la anchura de su caja toráxica: entre más ancha sea, mayor capacidad tendrá para respirar y reponerse. Los antebrazos deben de ser largos y musculosos para darle mayor facultad, o suficiente pie, para que no se vaya de manos al embestir.

El tercio medio designa la parte que va de la cruz hasta la grupa. O dicho de otro modo, el tórax o cuerpo del toro sin las extremidades, que son comprendidas por el tercio anterior y el posterior. El tercio medio abarca riñones, lomo —que debe ser musculoso, amplio y recto—, el vientre —que no debe ser muy pronunciado—, la cadera, las ingles y los genitales.

El tercio posterior, también conocido como grupa o parte final del lomo, comprende las ancas, el rabo, el ano, los muslos, y las rodillas. En óptimas condiciones la grupa deberá estar bien desarrollada, aunque nunca tanto como el tercio delantero. Recordemos que la característica principal del ganado de lidia es la acometida, por lo tanto su constitución física dará prioridad a la parte delantera que soporta la embestida. En cuanto al tercio posterior, se procura, simplemente, que se equilibre lo mejor posible con el tercio delantero.

 

Faneróptica

 

El color de los toros y las características de su pelo se conocen con el nombre de pinta. A ella corresponde otra clasificación que está estrechamente ligada con el gusto y las preferencias del público. Esta pinta también determina el valor económico de cada ejemplar. Hay varias condiciones que influyen en ella, y cambia según la edad, la época del año o el clima, entre otros factores.

Las pintas se clasifican en tres grupos principales: 1) pintas de un solo color o tono de pelaje; 2) pintas mezcladas donde varios colores se mezclan de manera homogénea; 3) pintas mixtas o compuestas que se conforman de tres o mas tonos de pelo pero bien definidos y que forman secciones.

Las siguientes tablas de clasificación han sido tomadas del compendio de José María de Cossío.7

 

Pinta Simple

(o de un solo tono)

Claro

Ensabanado. Blanco

Jabonero. Café con leche claro

Barroso. Ratonero o cenizo. Pardo

Perlino. Blanco agrisado

Albahío. Blanco amarillento.

Bermejo

Castaño. Marrón o habana.

Colorado. Castaño rojizo

Jijón. Colorado encendido

Jaro o melocotón. Aleonado

Negros

Azabache. negro aterciopelado

Mulato. Negro mate sucio.

Zaino o hito. Negro mate puro

Mohino. negro, incluso hocico.

 

Mezclados

Bicolores

Salinero. Pelos blancos y rojos

Cárdenos

Normal, pelos negros y blancos.

Franciscano o Romero. Muy claro.

Entrepelado. Muy oscuro en algún rodal.

Estornino. Con manchillas blancas redondas.

Mosqueado. Con manchillas negras

Nevado. Manchas blancas pequeñas,

irregulares.

Salpicado. Manchas grandes y pequeñas

Tricolores

Sardo. Mezcla de pelos negros, blancos y rojos.

Arrosalado. Sardo con lomos rosados

 

 

 

 

 

Mixtos

Berrendo en negro. Grandes manchas blancas y negras.

Girón. Berrendo con manchas blancas reducidas.

Carbonero. Con las manchas blancas muy sucias.

Almarado. Las manchas blancas reducidas.

Atizonado. Manchas negras hechas como con carbón.

Aparejado. Listón blanco muy ancho

Lombardo. Negro con dorso castaño.

Retinto. Bermejo con cabos negros.

 

Otras particularidades

en la pinta

Meano blanco.

Bragado o blanco de bragas. Con sección clara en el meano y las ingles.

Listón. Raya dorsal estrecha de otro color.

Lomipardo o con el lomo oscuro.

Albardado. Listón de raya ancha.

Rabicano. manchas blancas en la cola.

Coliblanco, cola clara o blanca.

Gargantillo. Collar blanco o claro.

 

Por último, incluimos la clasificación del toro según su edad.

 

Ternero

Menos de un año.

Becerro

Añojo. De un año cumplido

Eral. Dos años cumplidos

Novillo

Utrero. Tres años cumplidos.

Cuatreño. Cuatro años cumplidos.

Toro

Cinqueño. Con cinco años.

De cinco años en adelante recibe el nombre de toro.

 

Cría del toro bravo

 

El toro de lidia es un animal salvaje y doméstico al mismo tiempo. Doméstico porque depende del hombre para su crianza, y salvaje porque se busca, durante su crianza, que tenga con los humanos el menor contacto posible, para evitar que se acostumbre a ellos. De este modo, su primer encuentro frente a frente con los humanos ocurrirá en la plaza, encarando precisamente al hombre que será su matador.

            No se puede señalar con precisión cuando y cómo surgen las ganaderías en España. En los orígenes de la fiesta brava, cuando ya con cierta frecuencia se hablaba de festejos con toros, las reses eran en principio capturadas en el campo por vaqueros ¾recordemos que el toro se reproducía naturalmente en la península ibérica¾ y conducido al lugar del festejo. De aquí precisamente viene el nombre de «corrida», porque, una vez en el pueblo, los vaqueros en sus caballos corrían con ellos hasta llegar al lugar del festejo: un coso armado con tablas, muchas veces en forma cuadrada o rectangular. La gente del pueblo salía a recibirlos con algarabía porque era el anuncio de que la fiesta comenzaba. Los lugareños —por lo regular varones— corrían delante de los toros, mientas los vaqueros corrían por detrás, para que no se dispersaran o se extraviaran en el pueblo. 8 Entonces la corrida designaba al grupo de toros que corrían por el pueblo hasta llegar a la plaza; todavía hoy se usa el termino para designar al grupo de toros que llega a las plazas.

Con el paso del tiempo las reses bravas comenzaron a escasear, pues los festejos taurinos proliferaron y se incrementó el número de rastros y mataderos de carne para consumo humano; ésta provenía de todas las razas de ganado vacuno, incluyendo el de lidia. Ante ésta situación, los matarifes y empleados de los rastros aguzaron el ojo y fueron separando a los animales, para no batallar con los más bravos en el rastro y destinarlos a los festejos taurinos que había.

Conforme los festejos con toros iban creciendo en importancia y aumentando su frecuencia, hubo quienes vieron que era redituable la cría de este ganado y decidieron dedicarse a ella. Mediante la captura de algunos machos y varias hembras destinados a reproducirse, comenzó lo que hoy conocemos con el nombre de ganaderías.

La palabra ganadería designa tanto una actividad económica —la crianza de especies animales para sacar provecho al animal y sus productos derivados— como la propia explotación del ganado. En el mundo taurino se conoce con esta palabra, sobre todo, el lugar dónde se cría el ganado bravo y que también es llamada dehesa. En éste trabajo vamos a entender por ganadería no solo el espacio físico dónde se crían toros de lidia, sino el proceso de su crianza, su selección y venta. Es decir, que comprende el espacio físico, los animales que ahí se crían, el hierro con el que son marcados y el apellido del propietario.

Una ganadería posee tres rasgos distintivos: el hierro —marca que se hace con un hierro candente en la piel de los becerros al cumplir un año y que al cicatrizar muestra la insignia de la ganadería—, la señal —que consiste en hacer una pequeña muesca en las orejas o la papada de las reses— y por último la divisa —que se coloca sobre el morrillo del toro cuando sale al ruedo—; ésta consiste en un atado de cintas de uno o varios colores, unidas en un lazo redondo por un extremo y con las cintas colgantes al otro. Estos tres rasgos, hacen que la filiación entre las reses sea incuestionable.

El primer compendio escrito sobre la fiesta de toros es la famosa Carta histórica sobre el origen y progreso de las fiestas de toros en España, escrita por Nicolás Fernández de Moratín, a petición del príncipe Pignatelli, la cual se ha convertido en uno de los documentos fundamentales para conocer los inicios de la crianza y lidia de toros. Junto con los nombres de propietarios particulares, destacan entre los pioneros de la crianza de reses bravas las grandes casas nobiliarias, los miembros de la Casa Real (el propio Fernando VII fue dueño de una ganadería) y las comunidades religiosas. Sobre todo en Andalucía, muchos conventos de frailes que subsistían de las explotaciones agrícolas y pecuarias recibían diezmos, primicias y obsequios en especie, con lo que fueron reuniendo una importante cantidad de ganado, sobre todo equino y bovino, que iban seleccionado y mejorando en función de la demanda.

Destacan, entre ellos, los Padres Cartujos de Jerez de la Frontera, responsables no sólo de la conservación, difusión y mejora de la acreditada raza cartujana de caballos, sino también de la crianza y selección de los toros más bravos que se corrían y lidiaban en los cosos meridionales. Ellos extendieron su explotación entre sus hermanos del Convento de la Cartuja de Sevilla, entre los dominicos sevillanos de San Jacinto y entre los dominicos jerezanos de Santo Domingo. Asimismo, en Sevilla criaron toros con notable acierto los miembros de la Compañía de Jesús, los del Monasterio de San Jerónimo, los del Colegio de San Basilio y los del Convento de San Agustín; y en Carmona, Sevilla, los frailes agustinos del Convento de la Santísima Trinidad. Los frailes realizaron diferentes cruzas, observaron el resultado que de ellas obtenían y lo mas importante de todo, lo registraban.9 Diremos que de este ganado frailero descienden las castas mas importantes hasta hoy: navarra, jijona, cabrera, vazqueña y vistahermosa.

Pese a su popularidad, la fiesta entra en su primera crisis durante el reinado de Felipe III. Aunque desdeñaba la fiesta, el rey no podía abolirla, pues constituía, más que el lenguaje, el único lazo de identidad que unía a las diferentes provincias y reinos de la península. Aun así, el rey consiguió que la nobleza se apartara de ella, y con los nobles se fueron también los caballos. Como hasta entonces la lidia se ejecutaba a caballo, en respuesta aumentó la popularidad del toreo a pie, practicado por gente del pueblo.

Las fiestas se convierten en el gran espectáculo del pueblo español. Con esto se le quita el aura de exclusividad que envolvía los toreros, que eran en principio rejoneadores. A partir de entonces, los toreros se convirtieron en una especie de héroes porque provenían del mismo pueblo: ya no eran nobles protegidos por sus caballos y por sus numerosas cuadrillas, sino hombres comunes que se enfrentaban solos al toro. Y surgen en consecuencia las primeras figuras del toreo: Pepe-Hillo, Pablo Romero y Lagartijo, tres matadores que, significativamente, iniciaron su carrera en el rastro.

Con el establecimiento del toreo a pie y la popularización de los festejos, se dictaron también las pautas para la cría del ganado bravo, pues ya las condiciones requeridas para su lidia habían sido identificadas y remarcadas como indispensables.

Durante el siglo XVIII, las fiestas de toros vivieron un repunte con Enrique IV, quien «exigía el arte de lidiar los toros a caballo como condición indispensable a la galantería y al honor caballeresco»10 y se comenzaron a elaborar registros escritos referentes a ellas. De este periodo datan casi todos los primeros apuntes sobre el toro bravo, su genealogía, el toreo y las fiestas de toros. No hay material mas antiguo registrado, además del recopilado por los frailes.  Por ello es imposible esclarecer el origen y desarrollo de las corridas de toros. Curiosamente, su génesis histórica, comienza a partir de los registros de las ganaderías. Hasta antes del siglo XVIII, nada de lo ocurría con los toros, su crianza y su lidia era motivo de interés. Lo único relevante era su ocurrencia.

 

Las ganaderías mexicanas

 

¿Cómo llegaron los toros bravos a México? En 1552, Juan Gutiérrez Altamirano, primo de Hernán Cortés, trajo de España vacas y machos de pura casta navarra y fundó la ganadería de Atenco, que aún subsiste. Después se crearon otras, entre las que destacaron las de Da Elvira en 1642, Juan Caballero en 1678, Yermo en 1769, Serrato en 1770, cura Hidalgo en 1800, Golondrinas en 1815, El Cazadero en 1851 y Querendaró en 1858. México contaba con cerca de 200 ganaderías, de las que un centenar eran de primera; todas iniciaron con sangre de las principales ganaderías españolas: Miura (cabrera), Veragua y Concha y Sierra (vazqueña), Pablo Romero (jijona, cabrera, vazqueña), Braganza (vistahermosa-vazqueña) e Ibarra (vistahermosa). Años después importaron reses de Saltillo Campos Varela, Parladé, Carmen de Federico, Graciliano Pérez Tabernero y Urquijo, todas ellas de casta vistahermosa; la sangre saltillense predomina en la mayoría de las vacadas que pudiéramos llamar punteras.11

Con el paso del tiempo, algunas ganaderías se desaparecieron, otras fueron fragmentadas o absorbidas por otras. La ganadería mas antigua que subsiste hasta el día de hoy es la de Atenco.

Durante la primera mitad del siglo XX la cría de ganado de lidia, no solo era una práctica común, era también muy bien remunerada, debido a la cantidad de festejos taurinos que había y a que ciertamente se trataba de un espectáculo ampliamente difundido y socorrido. Las corridas de toros en su mayoría se narraban por radio y después eran transmitidas todos los domingos por televisión. Había programas taurinos que comentaban las corridas, emitían reseñas, y eran una parte muy importante del seguimiento al espectáculo taurino. Fue al diversificarse la oferta cultural, cuando el publico se dividió. Hay ahora mucho más que hacer durante las tardes del sábado y el domingo que ir a los toros. En consecuencia se redujo el número de corridas efectuadas, tanto a nivel micro local, medio, estatal y macro nacional.

 

Notas

 

1. FERRARIS, Mauricio, Historia de la hermenéutica, Siglo XXI editores, tercera edición, Trad. Armando Perea Cortés, México 2002, p. 329.
2. Ortega y Gasset, José, Sobre la caza, los toros y el toreo, Alianza Editorial, Madrid 2007, p. 127.
3. FERRARIS, Mauricio, Op. Cit., p. 24.
4. ÁLVAREZ DE MIRANDA, Angel, Ritos y juegos del toro. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 1998, p. 151.
5. Ortega y Gasset, José, Op. Cit., p. 136.
6. DE COSSIO, José María, Los toros. Tratado técnico e histórico, Espasa Calpe, tomo I, Madrid 1964, p. 150.
7. Íbid, pp. 158-159.
8. Indicios de esta práctica permanecen aún en los festejos de San Fermín, en Pamplona, España.
9. Fernández de Moratín, Nicolás, Carta histórica sobre el origen y progreso de las fiestas de toros en España, Biblioteca de Autores Españoles, Vol. II.
10. ÁLVAREZ DE MIRANDA, Ángel, Op. Cit., p.31.
11. SAUCEDO MONTEMAYOR, Pedro, Historia de la ganadería en México, UNAM, Coordinación de Investigación Científica, México 1984.